Ciudades

Bologna, la "docta" y apetitosa

Hay que subir  498 escalones (empinados) para llegar a la cima de la torre Asinelli. Esta, junto con la torcida torre Garisenda, también citada en la Divina Comedia de Dante Alighieri, ofrece una de las postales más conocidas de la ciudad.

Hay que subir  498 escalones (empinados) para llegar a la cima de la torre Asinelli. Esta, junto con la torcida torre Garisenda, también citada en la Divina Comedia de Dante Alighieri, ofrece una de las postales más conocidas de la ciudad. Desde aquí, a vuestros píes, os presentamos a la hermosa Bologna. Situada en la llanura padana, en las faldas de la colina apenínica, la capital de la Emilia Romaña se caracteriza por un clima continental, protagonizado por inviernos rígidos y veranos húmedos y muy calurosos.

Bolonia ofrece al visitador un sugestivo casco urbano, entre los mejores conservados de Europa, en dónde se levantan antiguos palacios e iglesias llenas de obras de arte que testimonian su importancia cultural. En este sentido, la ciudad lleva también el apodo de la “docta”, ya que el Alma Mater Studiorum se fundó el año 1088, convirtiéndola en una de las sedes universitarias más antiguas de Europa.  Desde entonces, pasaron por los aulas boloñeses alumnos de reconocido prestigio como Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Thomas Becket, Copérnico y, más recientemente, hasta Guillermo Marconi y Umberto Eco.

La Piazza Maggiore de Bolonia, centro neurálgico de la ciudad, se presenta dominada por la imponente Basílica de San Petronio, que representa la quinta iglesia más grande del mundo y cuyo símbolo es también de record, puesto que el reloj de sol que sobresale es el segundo más grande del planeta. Aquí,  rodeada de palacios de impresionante belleza, se levanta además la famosa fuente de Neptuno. Lugar de citas y concentraciones de vario tipo, la fuente representaba antiguamente uno de los recursos más importantes de la ciudad que servía para proveer de agua a las casas, alimentar al ganado y lavar la mercancía que se vendía en los mercados.

Así, pues, la mejor forma para visitar Bolonia es recurrirla a lo largo de los 40 km de porticados que caracterizan sus calles y que nos permite disfrutar de las trattorie típicas, las vinotecas e incluso del sentido del humor de sus habitantes. Este carácter abierto y alegre parece quedar  reflejado en la misma arquitectura de los porticados, ya que su origen se debe a un peculiar uso abusivo del espacio público que consistía en extender el primer piso hacia la calle exterior, que se aguantaba sobre vigas y columnas de madera. El resultado, pues, es el que vemos hoy, con espacios abiertos pero cubiertos que permiten al peatón transitar tranquilamente, alcanzando la otra punta del centro, sin temer la climatología de la ciudad.

Bolonia tiene también otro reconocimiento, muy goloso, y es que su popular gastronomía es conocida en todo el mundo. La tradición culinaria de esta zona, además, se ha hecho más famosa aún desde que los boloñeses inventaron el movimiento Slow Food, manifiesto gastronómico que recomienda disfrutar de la comida sin prisas, consumiendo productos de proximidad geográfica y cocinarlos a fuego lento. Aunque antes, mucho antes de la llegada de esta corriente gastro-política, las recetas boloñesas ya conquistaban paladares y recurrían la geografía italiana hasta afirmarse fuera de sus fronteras.

 

En este sentido, los primeros platos pertenecientes a las mesas de Bolonia casi no necesitan presentaciones! Primero, entre todos, son los míticos tortellini. La auténtica receta boloñese  recomienda acompañarlos de un potente caldo de ave, con un abundante puñado de parmigiano reggiano; o mezclados con un ingrediente más contundente, la panna, es decir cremosa nata hecha en casa. Asimismo, otro clásico de la cocina boloñese son las tagliatelle. Nosotros, como es fácil intuir, tenemos una predilección especial hacía este tipo de pasta ya que su sabrosa versatilidad permite disfrutar de ella con cualquier tipo de salsa! Y hablando de salsas, la más sencilla y la más representativa, reina indiscutible de los platos emilianos, es la  “bolognese”. Esta primicia, pues, prácticamente no necesita explicaciones, por ello, simplemente diremos que según la receta original depositada el 12 de Octubre del 1982, en la Cámara de Comercio de Bolonia, el corte de la carne tiene que corresponder a la parte del bajo vientre del buey, que es la más grasa y la llaman “cartella”.

Asimismo, otro plato típico de Bolonia, cuya fama precede su nombre, es la famosa lasagna. Aunque se sigua debatiendo sobre su origen, ya que la primera receta escrita se encuentra en un manuscrito italiano anónimo del siglo XIV, pero los ingleses reclaman su paternidad alegando que el plato se inspiró en uno creado para el rey Ricardo II, en el año 1390. Sea como sea, lo que es cierto es que es aquí en dónde mejor sabe y siguen haciéndola! Bolonia, en este sentido, posee una riqueza gastronómica que no todas las ciudades pueden presumir, para ello merece la pena parar y hablar de los “sfizi”, o aperitivos, que contemplan: desde la mortadella, presentada de mil maneras, con o sin pistachos, con o sin trufas, con o sin picante, al parmigiano reggiano en cubitos, en triángulos, en brochetas… En fin, el elenco más vale una profundización, que será en nuestro siguiente post. ¡No os lo perdáis!