Comida

Vinos y quesos del Valle de Aosta

Si preguntamos a los aostani por sus productos más representativos, una de las primeras cosas que nos recomendarán serán sus quesos artesanos, sello de identidad de la región.

Si preguntamos a los aostani por sus productos más representativos, una de las primeras cosas que nos recomendarán serán sus quesos artesanos, sello de identidad de la región. A día de hoy muchos de sus quesos todavía son curados por los pastores en las grutas de las montañas. De entre toda la variedad que ofrecen, su queso estrella sin duda es la “fontina”, que se elabora en verano con leche fresca de vaca criada a más de 2.000 metros de altura. Es muy aromático con un leve toque de pimienta y vainilla y despierta un cierto aroma a musgo y setas. Se cura durante al menos un año y puede llegar a pesar hasta 18 kg. Este queso está presente en muchos platos de la región y se utiliza en la elaboración de salsas para platos como los gnocchi o la polenta. Además, con la “fontina” se prepara la famosa “fonduta”, también conocida como fondue, uno de los platos más tradicionales de la cocina suiza, pero que en realidad es original de esta zona. La “fonduta” nació entre los pastores de las montañas, que se sentaban alrededor de una cazuela de queso fundido e iban mojando en ésta tostadas de pan. A día de hoy la tradición se conserva y no se concibe disfrutar de una rica “fonduta” si no es compartiendo la cazuela.

 

Otro queso muy popular de la región, más concretamente de la zona de Gressoney-Saint-Jean, es el “Toma di Gressoney”. También se prepara con leche fresca de las vacas que se alimentan de los frescos pastos del verano a más de 2.000 metros de altura. De color amarillo pálido, tiene un sabor suave, dulce y ligeramente almendrado, con un toque de leche recién ordeñada, y libera un aroma intenso a musgo, setas y leves notas del campo. Los “Toma di Gressoney” suelen pesar unos 5 kg. y pueden tener procesos de curación de entre 3 y 18 meses, dependiendo de la intensidad de sabor que se pretenda. Este queso es perfecto para acompañar ensaladas, alcachofas o champiñones, o simplemente para disfrutar con pan. Los más jóvenes maridan a la perfección con un buen vino blanco seco, mientras que los más curados se disfrutan mejor con un buen tinto.
Tampoco nos podíamos olvidar del “fromadzo”, un queso con Denominación de Origen Protegida y más de cinco siglos de historia. Elaborado con leche de vaca, tiene un periodo de curación de entre 2 y 14 meses y cada pieza puede pesar entre 1 y 7 kg. El sabor es bastante dulce cuando es más joven, durante el proceso de maduración se va volviendo más salado y algo picante. Se pueden encontrar varios tipos de “fromadzo”, bien sea aromatizado con bayas de enebro, semillas de alcaravea o hinojo, e incluso elaborado con queso de cabra.

No hay mejor compañía para un buen queso que un buen vino. En el Valle de Aosta se encuentran los viñedos más altos de Europa, y aunque sus vinos no son tan conocidos ni prestigiosos como los de otras regiones, su calidad sigue mejorando año tras año. Poseen Denominación de Origen Valle d’Aosta DOC, y se elaboran principalmente con uva Nebbiolo.nos ha gustado especialemnte el vino Carema, cuya uva crece a 2.000 metros. Tinto de textura suave y delicada, con un color más claro y menor graduación, se podría considerar una versión ligera del Barolo piamontés. El Donnaz, hecho también con uva de Nebbiolo, es otro de nuestros preferidos. De color rojo brillante, tiene un ligero sabor a almendra amarga y es considerado un afrodisíaco entre los aostani. Si es joven acompaña de maravilla a las pastas, y el reserva es perfecto para maridar con un asado. Una rareza de la región es el “Vin de l’Enfer” (o “vino del inferno”), que le debe su nombre a que se prepara con uvas que crecen entre las rocas del Mont Blanc a 4.000 metros de altura. Es un vino tinto menor, intenso y de color rojo rubí.

En cuanto a los vinos blancos, el “Blanc de Morgex”, seco, ácido, de color amarillo pajizo y con un toque de hierbas alpinas, es el más popular. No podemos abandonar la región sin probar otro vino muy especial, el Moscate di Chambave. De gran tradición, ha perdurado en el tiempo gracias a un pequeño productor que continuó con la producción mientras otros la abandonaron tras una enorme plaga de filoxera, un insecto parásito de la vid. Es un moscatel bastante atípico, un vino seco, fino y delicado de sabor intenso y muy aromático, de alta graduación, con una textura muy parecida a la de un licor, y que va ganando dulzura con el envejecimiento. Se prepara siguiendo un proceso artesanal muy antiguo, en el que se recogen las uvas apenas maduras y se dejan secar en una habitación bien aireada, pero evitando cualquier helada. A continuación se le quita la piel y las pepitas, y con la uva se produce un mosto que se deja fermentar lentamente. El vino es envejecido en madera durante al menos cuatro años, tras lo cual ya está listo para embotellar.

Los vecinos de la región no sólo presumen de su vinos, también les encanta hablar de sus licores, empezando por el “Génépi”. Es un aguardiente que se elabora destilando algunas variedades de artemisa, una planta muy aromática que sólo se encuentra en altas altitudes. Para ello se recolectan las pequeñas flores amarillas de las hierbas artemisia genipi y artemisia glacialis, a más de 2.000 metros de altura. Este licor es muy fuerte debido a su alta graduación de unos 80 grados, tiene un toque picante y las hierbas están muy presentes en su sabor, muy aromático.

Por supuesto, la gastronomía de Aosta ofrece muchos más productos y platos únicos que conviene resaltar, como su miel, sus frutas, sus caldos, sus embutidos, sus platos de caza, sus licores… Por ello continuamos nuestro viaje por el Valle de Aosta una semana más. ¿Quieres seguir saboreando con nosotros esta maravillosa región? Continuará…