Arriba del todo, casi cerca del cielo, existe una región italiana que italiana no es. O por lo menos, no del todo. Aunque lo parezca, esto no es un acertijo. Esta es la historia de una población que ha sido creada a medio camino entre la cultura mediterránea, y la alemana. Una mezcla inusual y original que se encuentra arraigada entre los picos más bonitos de Italia, los Dolomitas. Esta cadena montañosa, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en el año 2009, es el marco que define un territorio de infinta belleza: el Trentino Alto Adigio.
Formado por las provincias autónomas de Trento y Bolzano, su población alcanza un millón de habitantes, que viven por encima de los 1.000 metros, rodeados de centenares de pequeños lagos. Montañas imperiosas, que se pintan de rosa en la puesta del sol, contrastan con el blanco de la nieve que acompaña, generosa, durante todo el invierno. Este mismo paisaje se tiñe de verde brillante, en verano, destapando hermosos valles, con arroyos de abundante cauce que costean los típicos pueblos, decorados con campanarios con tejado de aguja y monumentos que mezclan el estilo gótico austriaco, con el renacentista italiano.
Además de su encanto paisajístico, la encrucijada del Trentino supone un puente cultural de primordial importancia entre dos concepciones muy diferentes de Europa. Un curioso binomio, el italiano y el alemán, que apuesta por la autonomía y la diversidad como fórmula de éxito. Es que hasta el 1918, el Trentino Alto Adige, nombre en italiano, estuvo integrado en el territorio del imperio austrohúngaro, aunque ya antes contaba con unas prerrogativas de autogobierno, establecidas a partir de la Restauración del 1815. Fue, por lo tanto, con la llegada del fascismo que empezó aquel proceso de “italianización” dirigido al territorio ganado en el nuevo mapa de Europa. Finalmente, con la caída de Mussolini, Hitler recuperó el control de la región hasta que los aliados desembarcaron en Italia, marchando hacia Berlín. La compleja situación que se presentaba después del armisticio, con una población dividida pero con fuerte personalidad, provocó que los gobiernos italianos de la postguerra apoyaran la concesión de estatutos a carácter autónomos para apaciguar los ánimos separatistas del Trentino.
Alejada de los circuitos turísticos durante mucho tiempo, la moda del esquí ha devuelto a la economía de esta región una nueva vida. Hoy en día, en efecto, el Trentino se presenta como una florida zona, entre cielo y tierra, enfocada esencialmente en el turismo e influenciada por una importante, y apreciada, tradición vinícola.
Debido a su pasado predominado, por un lado, por la elegancia y la austeridad austrohúngara y, por el otro, por el carácter solar y acogedor a “lo italiano”, en esta región conviven tres grupos lingüísticos. Así, junto al grupo italiano, están los germano hablantes, alcanzando aprox. las 280.000 personas, que viven en la provincia de Bolzano; mientras que los que hablan el idioma ladino (aprox. 18.000 personas) viven en los Dolomitas. En práctica, esta porción de Italia es considerada como un paraíso, una realidad paralela, que nada tiene a que ver con el resto de la península. Ni por belleza, ni por las problemáticas que, tristemente, han hecho famoso al país.
En este sentido, el verdadero tesoro de la región está representado por el llamado “oro blanco”. Esto se traduce en 800 kilómetros de pistas de esquí, dotadas de remontes de última generación, rápidos y confortables, que han convertido las localidades de: Madonna di Campiglio, Canazei, Moena, San Martino di Castrozza en deseados destinos turísticos de día, y metas “cool” por la noche.
En este idílico panorama, tampoco podía faltar una tradición gastronómica altamente competidora, capaz de recoger los mejores ingredientes de cada influencia, la austriaca y la italiana. En efecto, la cocina del Trentino Alto Adigio refleja perfectamente la complejidad de su identidad territorial, utilizando recetas que se mezclan en un triunfo de sabores.
Así, pues, el llamado “tagliere”, es decir un generoso antipasto a base de fiambres y quesos locales nos proporciona un ejemplo de la contaminación entre las dos culturas: el queso Grana procedente de Val di Non, el Puzzone de Moena, producido por los ladinos y que ellos llaman “Spretz Tzaorì”, así como lo Spressa, queso aromático y poco calórico, son solo ejemplos de la extraordinaria variedad regional.
El Trentino Alto Adigio es famoso, además, por la producción de speck. Este fiambre típicamente ahumado es uno de los ingredientes estrella de las cocinas de la zona. Asimismo, a la región también se le reconoce el record nacional en producción de manzanas, de sublime calidad. Estas son la variedad Golden delicious (amarilla), Stark delicious (roja) y Granny (verde). La reina de los postres, de hecho, es precisamente la manzana de Val di Non utilizada para preparar el famoso “strudel” y las tartas de frutas.
La cocina tradicional de esta región se basa en platos sencillos, pero sabrosos, preparados con los productos de la agricultura y de los criaderos locales. Así, en las mesas, encontraremos sorprendentes y deliciosas combinaciones de formas y sabores que nada tienen que ver con el concepto clásico de pasta italiana.
Los strangolapreti, procedentes de los canederli y de los knoedel mitteleuropeos, se presentan como gnocchi de talla grande, preparados con pan mojado en leche y aromatizados con speck, espinacas y pasas. Asimismo, muy apreciados son los llamados gnocchetti altoatesini (nockerln), con queso ricotta ahumado.
Como segundos platos también nos enfrentaremos a difíciles elecciones, que dependerán esencialmente de nuestro gusto personal. En este sentido, para los paladares inclines a sabores bien definidos, la opción perfecta será la carne salada, a base de muslo de ternera, aromatizada con laurel, salvia, enebro y dejada a macerar con el vino durante veinte días. Al final de este proceso, la carne se servirá como si de un carpaccio se tratara, acompañada por alubias blancas. En esta zona también es posible probar el corte de carne de caballo, elaborada con un óptimo vino tinto Teroldego. Muy popular, además, es la pata de cerdo, cocinado al estilo austriaco y servido con los típicos wrustel, salchichas.
Prestigiosa y sorprendente, además, es la producción local de cervezas de tipo lager, así como weizen, es decir a base de trigo, según manda la tradición bávara. Asimismo, el Trentino Alto Adigio se conoce por ser una gran productora de vino, tanto dulce como espumoso. Así, pues, para una experiencia sensorial completa, imprescindibles serán los vinos blancos, secos o moscato que sean: Gewuerztraminer, Goldmuskateller, il Mueller Thurgau, son todas variedades autóctonas.
Después de estas pinceladas sobre el Alto Adigio, ha llegado el momento de trazar el dibujo completo que, al final de nuestra visita, nos devolverá la imagen de su capital: ¡Andiamo a Bolzano!